Conocemos al profesor Adrian van Dongen desde hace unos cinco años. Nos lo recomendó un colega pianista que también trajo a su hija.
Nosotros, padre y madre, también somos músicos. En aquel momento, cuando llevamos a nuestro hijo, nos conmovió la idea de que tal vez este profesor podría fortalecerle y ayudarle a abandonar la idea de dejar el violonchelo. Lo consiguió con paciencia y sabiduría.
Joan siempre sale sereno de sus clases y eso nos llama la atención porque es un niño muy, muy activo, rider, que necesita las experiencias fuertes de la bici….
Empezamos a conocer también sus videos. Nos pareció un eterno buscador del bello sonido. Conoce profundamente la técnica pero no se queda ahí y hace amar la música. Está al servicio de la música. Parte de una gran calidad humana, es humilde y a la vez transmite una gran seguridad al alumno porque busca el camino más natural a la anatomía, sin forzar, logrando el máximo sonido que cada momento requiere.
Nos gusta su trato cálido y muy respetuoso. Es un profesor de los de antes, vocacional, que se dedica en cuerpo y alma.
Nos ha acompañado, fuera de su clase, a elegir arcos, cambiar de instrumento… viajando para ello.
Es riguroso con los pequeños detalles, que si sería mejor cambiar esta cuerda… que si el alma podría cambiar su colocación… que para corregir ese pulgar buscaría una goma con una forma específica…. Cada lección es un goteo de sabiduría.
Adrián es un músico lleno de luz y eso se transmite en su forma de hablar, utilizando un lenguaje que busca siempre lo mejor, la amabilidad y la exquisitez con mucho respeto.
Como padres siempre hemos querido dar una formación humanística e integral (música, deporte, naturaleza, moral, fe cristiana…) Creemos con alegría que Adrián también puede transmitir estos valores además de los musicales siendo un referente y confiamos en que será una de las personas fundamentales en su vida. Sabemos que está en buenas manos. Muchas gracias.
Francisca Ortí Viñes & Chang Rok Moon, 30 de junio de 2020